martes, 16 de junio de 2020

BOMBARDEO DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES


El último 18 de julio recordamos con dolor y frustración el criminal atentado contra la AMIA. Murieron entonces 85 personas.
Se dijo y se repitió que “se trata del peor atentado terrorista de toda la historia argentina”. Lamentablemente no es verdad.
El jueves
16 de junio de 1955, apenas pasado el mediodía, en vuelo rasante, cerca de cuarenta aviones de la Aviación Naval y la Fuerza Aérea argentinas lanzaron toneladas de explosivos y ametrallaron sin piedad a la concurrencia de un previsto acto patriótico. Un desfile aéreo mutó perversamente en una feroz carnicería. A través de un acto terrorista sin precedentes, se buscó iniciar el retroceso conservador de la sociedad argentina (entre otros objetivos: anulación de las leyes de separación de la Iglesia del Estado y la de Divorcio).



Esa tarde Buenos Aires tuvo el siniestro privilegio de transformarse en la primera ciudad abierta del mundo bombardeada en tiempos de paz, por sus propias Fuerzas Armadas. Por cinco horas se extendió la orgía sangrienta que dejó como saldo la muerte de 308 personas y cerca de un millar de heridos y mutilados. Un trolebús aborrotado de pibes maestros de una escuela, quedo carbonizado con decenas de muertos.
Las cruces pintadas en el fuselaje de los aviones ponían en evidencia la complicidad de importantes sectores de la Iglesia y la participación activa de opositores de izquierda y derecha.

Pese a todo, al igual que en el caso de la AMIA, la impunidad pudo más que la Justicia reparadora. No es coincidencia que uno de los participantes en la masacre sea el entonces marino con especialidad en la Escuela de las Américas, Emilio Eduardo Massera; posterior exponente mayor en la tortura y desaparición de miles de argentinos.
El criminal bombardeo de la ciudad de Buenos Aires sigue siendo hasta hoy, y esperemos que, para siempre, el más grande atentado terrorista de toda la historia argentina.